La gratitud
Alguien dijo alguna vez que “sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo” ¿Cuándo fue la última vez que mostraste tu agradecimiento a otra persona? y ¿Cuántas veces lo haces cada día?
Creo que una de las formas más sencillas y, a la vez importante, de construir relaciones firmes con los demás es practicando la gratitud. Una virtud accesible para todos y muchas veces poco usada. Pareciera que algunas personas creen que es casi una “obligación” que otros los acojan diariamente con atenciones y servicios, aquellos que recibimos muchas veces en nuestro entorno inmediato. Atenciones de jefes, pares y colaboradores en el trabajo, de la pareja, los padres, hermanos e hijos en la familia, de nuestros amigos, de profesores, incluso de los desconocidos. Si reflexionas, comprenderás la cantidad de pequeñas cosas que recibes solo para ayudarte, día a día, de las personas que están a tu alrededor.
El hecho de estar leyendo en este momento es señal que tu vista es aceptablemente buena. Es también señal que sabes leer y es señal que estás con vida. El hecho que podamos despertar cada mañana es motivo suficiente para dar gracias. Muchas veces pensamos más en lo que nos falta que en lo que recibimos, en el vaso “medio vacío” y no en el vaso “medio lleno”.
La gratitud requiere de humildad. Si reconocemos que somos seres con capacidades limitadas, reconoceremos que necesitamos de la ayuda de los demás como complemento de lo que nos falta desarrollar y agradeceremos esa ayuda. Solo las personas contaminadas de soberbia son quienes no reconocen que necesitan ayuda ni reconocen el valor del agradecimiento.
Educar en la gratitud es una forma de construir para las nuevas generaciones un mundo mejor, un mundo de mayor gentileza y de más sabiduría. Y ese mundo podemos generarlo entre todos expresando cada uno de nosotros algo tan simple como gratitud. No es producto de la casualidad que la palabra que más se escucha de las personas con mayor sabiduría es “gracias” ♦